Agendas vacías

Por: Yolymar De Jesús Pérez

Foto: Yolymar De Jesús Pérez

Son tres agendas las que tengo en una gaveta, guardadas, con un poco de polvo porque ya no tengo mucho que hacer. Culminé mi bachillerato en diciembre, el mundo laboral era lo próximo. Comencé un trabajo ideal, en el campo que esperaba; periodismo. 

Informaba de lunes a viernes, de 9 de la mañana a 12 del mediodía, junto a dos compañeras lo que acontecía en el país. En ese trabajo fantástico, que esperaba desde antes de culminar mis estudios, comenzamos a transmitir muchísima información mundial sobre el coronavirus que aún no llegaba a Puerto Rico. 

Mi agenda continuaba llena, pues una semana antes de que ese virus llegara a la isla, comencé otro trabajo. Levántate, lee, informa, come, otro trabajo y lo mismo al otro día. 

Mi agenda estaba llena. Sin embargo, llegó el coronavirus a detener cada plan que tenía durante estos meses, antes de comenzar mi maestría en octubre. 

Ahora, mi agenda está en blanco o más bien forrada de marcas que me indican “evento cancelado”. Pero mi mente está repleta de aquellos días de trabajos, eventos que me esperaban, de esos sueños interrumpidos, de las tertulias con amigxs, de preguntas sin respuestas. 

Hablando de esas preguntas sin una mínima respuesta, se encuentran estas tres muy importantes: ¿Cuándo comenzaré a trabajar en lo que tanto me apasiona?, ¿Celebraré mi graduación de bachillerato? y ¿Comenzaré mi maestría en Madrid cuando se supone? 

Que muchas líneas ocupé en mi agenda; a veces, priorizando actividades ante otras. En ocasiones dije “no”, porque el día de x evento ya tenía otra cosa que hacer o, simplemente, la actividad, era hacer nada.

 Ahora quiero decir “sí” a aquella reunión familiar, a esa cena con amigxs o a las diligencias de la casa, pero aunque desee hacerlo el distanciamiento social y las medidas para mitigar el contagio del virus me dicen “no y no”.

 Solo he dicho “sí” a dos pequeños cumpleaños en casa, a manualidades, a las recetas que veo en las redes sociales y a las jugadas de dominó, bingo, cuadrito y brisca.

Antes a nuestras agendas le faltaban líneas o quizás ganas, pero ahora que están en blanco la vida comoquiera continúa. Me pregunto, ¿cómo estarán las agendas de mi familia, de mis amigxs, de los políticxs? 

Para esa inquietud tengo algunas respuestas. Pues conozco de a poco lo que están haciendo mis familiares y mis amigxs, pero no se nada de las agendas políticas de los que se han postulado a dirigir el país. ¿Somos su prioridad? 

Es que no los escucho defender las malas ejecuciones de los que hoy nos dirigen. Oigo a pocos discutir sobre la compra fatula de las pruebas para detectar el virus. No escucho defensa ante los miles de trabajadores que aún no reciben el desempleo. No leo de su parte el interés por ayudar a las familias que no reciben beneficios por parte del Programa de Asistencia Nutricional (PAN) y se levantan sin nada que echar a su estómago. ¿El virus los detuvo o el virus hizo ver quiénes son?

Confío en que la agenda del pueblo es la visible, es el plan que ayuda al prójimo, el evento que siempre dice “sí” a la ayuda y la defensa de los vulnerables. Yo quiero ser parte de esa agenda del pueblo, y aunque continúe con mis libretas de calendarios sin tinta alguna, comenzaré a decir “sí” a lo que amerita y “no” a lo que permita desperdiciar mi tiempo.

El coronavirus nos ha regalado muchas lecciones, pero yo aprendí que por más bonitas, espaciosas y coloridas que sean mis agendas solo puedo determinar qué voy a hacer hoy. Y como siempre me dice mi mamá y lo publica en su Facebook: “#PorSiNoHayMañanaElMomentoEsHoy”. 

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